Por un lado, responde al contexto histórico concreto e inmediato derivado y marcado por la guerra civil y sus consecuencias. Esto significa, que el "Nuevo Estado" implantado por los vencedores de la guerra acometerá, por una parte, lo que se ha llamado la "contrarreforma agraria", esto es, el desmontaje de las realizaciones llevadas a cabo por la ley de Reforma Agraria del período republicano, o lo que es lo mismo, la devolución de las tierras expropiadas a sus anteriores dueños (grandes propietarios) y la disolución de las comunidades campesinas que se habían instalado sobre las tierras expropiadas. Pero, por otra parte, el Nuevo Estado se encuentra ante la necesidad urgente de atender la grave situación social del campo español (agudizada por la postguerra) pero respetando los derechos de propiedad y la estructura social agraria tradicionales en el campo español. Por otro lado, representa el último episodio
(y el de mayor amplitud y complejidad) de una larga tradición y
evolución de experiencias prácticas y de elaboraciones teóricas
relativas a la colonización interior, la política hidráulica
y la reforma agraria. En este sentido, la nueva política de colonización
franquista no es ni una ruptura ni una novedad del todo original, sino
la herencia de planteamientos técnicos y políticos anteriores
y la última elaboración política que trata de integrar
esas tres tradiciones en una única línea de actuación
y bajo un único organismo ejecutor, en un contexto de dictadura
política y desde una ideología conservadora. Con la política
de colonización se cerrará definitivamente el ciclo histórico
de reformas agrarias patrimonialistas en España.
Texto: Cristóbal Gómez Benito |