PRIMERA ETAPA

EL PROBLEMA DE LA DESPOBLACIÓN Y LAS POLÍTICAS REPOBLADORAS TRADICIONALES
(SIGLOS XVII, XVIII Y PRIMER TERCIO DEL XIX)


Desde el siglo XVII, en la literatura política española es manifiesta la preocupación por el problema de la despoblación de numerosos y amplios territorios interiores, producidos por diversos procesos como las grandes pestes, la expulsión de los moriscos, las crisis demográficas unidas a las crisis de subsistencia, guerras y emigración a las posesiones del Nuevo Mundo, dando lugar a grandes despoblados y a la decadencia de la población y de la riqueza nacional.

Surge así un ideario poblacionista que se desarrolla durante todo el siglo XVIII y continúa bien entrado el siglo XIX, de modo que para los ilustrados "gobernar es poblar".

Para ello, junto a las políticas sanitarias, de carácter preventivo, se ponen en práctica políticas poblacionistas de fomento de la natalidad y, sobre todo, repobladoras, mediante la creación de nuevos asentamientos y la instalación de colonos, mostrando una preocupación agrarista y no sólo demográfica.

Desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta bien entrado en el siglo XIX, la noción de colonia agrícola está asociada a la idea de "nueva población", esto es, el asentamiento de una nueva colectividad en tierras baldías. De este modo, colonizar significa, esencialmente, poblar. Nuevo poblamiento que podría ser tanto agrupado como disperso. El ideal ruralista implícito en este modelo se basa en la repoblación de tierras despobladas, en el aumento de la población rural y su mejor distribución espacial, en la creación de una jerarquía ordenada y funcional de nuevos núcleos rurales, a la vez que se asocia a un nuevo modelo de organización social de la agricultura mediante la creación de explotaciones campesinas libres. La colonización es de iniciativa estatal. Este ideal ruralista no se distancia de lo urbano, sino que lo reproduce a menor escala.



Texto: Cristóbal Gómez Benito